Las manifestaciones humanas tienen para los analistas un atractivo
especial. El mundo adulto, desencantado en sus expectativas de futuro
asegurado, va sintiendo una gran invasión ante la pujanza
del adolescente. Hablan de los chicos de hoy, como más violentos,
tremendos, imparables. Sin embargo ven en ellos un mercado para
el que producen ropas, música, espectáculos, cercándolos
en un territorio, potente e idealizado, un Gran Hermano, en el que
van quedando largamente atrapados, sin deseos de emancipación
y crecimiento.
Nosotros los profesionales, hablamos de adolescencia tardía,
cuando el joven de 25, 30 años vive con sus padres, depende
de ellos económicamente, y no anhela más que un
partener de turno para sus satisfacciones instintivas, sin proyecto
alguno.
Sufrimos una suerte de adolescentización social. Un intento
de borramiento de la asimetría generacional, de las diferencias
sexuales, una suerte de mascarada.
El mercado adolescente es el que más consume, y es el
depositario de la idealización del adulto, de su narcisismo
perdido, detrás de la cual se esconde la rivalidad, y el
rechazo, a veces no tan escondido.
Los cambios culturales, la post-modernidad, quebró los
paradigmas y los adultos estamos desilusionados con el mundo tal
cual lo concebimos. Los adultos han dejado de ser para el joven,
un referente con los que identificarse u oponerse. El adulto ha
tenido que adaptarse a la celeridad de los cambios, y el mundo
y sus novedades tecnológicas ha quedado en poder de niños
y adolescentes, que en esto son maestros de sus padres.
Añoramos prolongar la juventud y somos capaces de recurrir
a todo tipo de métodos para lograrlo, los más caros
o los más cruentos.
El adolescente ubicado en el centro de la escena esta absolutamente
solo, perdido: “Lost”. Sin guía, sin norte,
sin mapa. Los padres desvalorizados parecen no poder guiarlos,
ni contenerlos. Se intenta alcanzar así un ideal narcisista
en el que aumenta su omnipotencia y no se desarrolla el juicio
de realidad.
Buscando salidas a esta encerrona, el joven se relaciona pero
de formas planas, superficiales, en relaciones que no perduran
ni sostienen.
Pero si la relación con el otro, con los otros no sostiene
ni reconforta del doloroso vivir en la cultura, recurre entonces
a los quita penas, drogas, alcohol, poderosas distracciones, grandes
eventos, satisfacciones sustitutivas, que provean placer inmediato.
Las nuevas tecnologías no parecen venir acompañadas
de mayor comunicación, al contrario. Solos, encerrados
en sus cuartos o en el ciber, alejados del cuerpo del otro y del
cuerpo propio, hasta que unas cervezas los animen a salir.
Están siempre conectados pero lejos afectivamente.
El modo políglota en que se manifiesta la sexualidad requiere
de nosotros, psicoanalistas, psicólogos, pedagogos, tareas
de desciframiento.
La sintomatología orgánica, la dolencia en el cuerpo
es uno de esos modos, recurrente hoy en los consultorios, tanto
en adultos como en niños y adolescentes.
Quizá es la que más se asemeja a esas formas primeras,
arcaicas, anteriores al lenguaje en que las huellas de lo vivido,
de lo sufrido, se expresaba en formas plásticas, imágenes,
signos en las rocas, reconduciéndonos a una historia, un
devenir de individuos o grupos de individuos que nos anteceden
y que dejaron sus marcas en nuestro psiquismo, como también
nosotros dejaremos nuestras marcas en los que vengan después.
Nunca como en estos tiempos me encontré con tantos niños
medicados.
Nuevos diagnósticos de nuevos síndromes son aplicados
con gran rapidez. Hiperkinesia, trastornos de la atención,
están a la orden del día. Ritalina al por mayor,
circula por familias y escuelas.
Presentaré una viñeta clínica, material
de supervisión, que me permitirá abordar una de
las problemáticas que vemos hoy en nuestros consultorios
y que nos llevan a plantearnos, si se trata de nuevas formas de
simbolización, en la era de la imagen y de las telecomunicaciones,
o del retorno a viejas formas, anteriores a la palabra, recubiertas
con las máscaras de lo actual.
Guadalupe: jovencita de 16 años, diabética, celíaca
(así la presenta su madre que llega desbordada a la primera
consulta)
Hija única, de madre soltera y sin pareja. Guada, es operada
a los dos meses de una cardiopatía congénita. Al
año se le declara la diabetes.
Dice la madre: Guada está mal, enojada, y yo no sé
qué hacer con ella. Es mentirosa, se ratea del colegio,
después se va al quiosco y se asesina, (comiendo golosinas
prohibidas)
El padre las abandonó a los dos meses de embarazo. Poco
tiempo después armó otra pareja, que continúa
hasta hoy.
Quiero recordarles el concepto de “Alexitimia” que
Joyce Mc Dougall retoma para aludir a los pacientes que no tienen
palabras para las emociones. Los afectos desbordan el psiquismo,
y la red representacional es incapaz de contener, encauzar y nombrar
emociones, afectos, angustias.
Guada, actúa lo que no puede ser expresado en palabras,
lo que no puede ser escuchado por la madre. Quiere escapar de
una realidad dolorosa, de un cuerpo enfermo, adolescente, en pleno
despertar, que le da un trabajo para el que no está preparada.
Lo psíquico tiene la tarea de organizar los estímulos
que le llegan al niño desde afuera y desde adentro, desde
el interior de su cuerpo, para que no se vuelvan invasores, traumáticos.
Pero al principio esa tarea tiene que ser realizada por los padres.
Freud lo llamó “barrera protectora contra estímulos”.
Pero no siempre éstos se hallan en condiciones de hacerlo.
Los padres de Guada fueron adolescentes cuando la engendraron,
impulsivos, incapaces de contener y administrar sus deseos, y
siguen siendo adolescentes hoy, por que la adolescencia no es
un asunto cronológico sino un estado mental.
La madre de Guada, lo único que puede hacer con lo emocional,
es apartarlo, expulsarlo. Tiene un funcionamiento operatorio.
Controla y mide lo que sale y lo que entra del cuerpo de su hija.
Podríamos decir que es una buena madre, es responsable,
está atenta (excesivamente), cumple con las indicaciones
médicas, pero Guadalupe no la deja obtener buenos resultados.
Le miente, falsea y altera los controles de insulina, se ratea
del colegio, se olvida la tarta sin gluten que su madre laboriosamente
le prepara para llevar a la casa de una amiga que la invitó
a almorzar. Entonces la castiga, -No vas más a coro y a
teatro-. Las únicas actividades que le gustan, (y tienen
la virtud de no contener ni azúcar ni gluten)-
¿Por que miente Guada? Sometida desde el primer año
de vida a exámenes médicos, pinchazos, operación
del corazón, es un objeto de estudio para los médicos,
madre y abuelos maternos que intentan ayudarla para que viva,
a pesar de todo. Ayuda que desde niña vive subjetivamente
como intrusiva.
El padre, a quién volvió a ver a los doce años
cumple escasamente con un régimen de visitas cada 15 días.
No puede contar con él, por lo menos por ahora.
No podríamos decir que la patología psicosomática
es privativa de este tiempo que estamos transcurriendo. Sin embargo
cada vez observamos en los adultos, mayor desvalorización
de la vida emocional del niño, diferente formas de maltrato
infantil, abandono, castigos físicos, indiferencia que
llevan indefectiblemente a alteraciones graves del desarrollo,
de la personalidad, incapacidades simbólicas, de aprendizaje,
alteraciones en la identidad sexual, y trastornos psicosomáticos
en los que el cuerpo queda críticamente comprometido.
En contacto con docentes y directoras de escuelas primarias y
secundarias escucho frases como: - “los chicos están
cada vez peor, se golpean, todos los días tenemos 5, o
6 lastimados. Las chicas de 10 y 12 avanzan sobre los varones
que juegan al football en el recreo, los agarran entre tres y
se les tiran encima. Ellos las evitan. Llamamos a los padres y
no vienen. Están separados o trabajan todo el día.
El chico vuelve y está solo con la tele y la computadora
hasta las 9 de la noche”.
La función de la familia está siendo resquebrajada,
y reemplazada por el mundo del trabajo, el stress, las crisis
financieras, la inestabilidad laboral, la tecnología. Motivaciones
socio-culturares de la alexitimia generalizada.
Pero volvamos a Guada: dijimos que miente, que falsea aplicaciones
de insulina, que se ratea, que come golosinas y gluten que la
dañan.
Guada tiene un miedo horrible a convertirse en un instrumento
de la voluntad de otro, se defiende rebelándose a todo
lo que le imponen, y prueba esto activamente con los demás,
madre, médicos, profesores, intentando dominarlos con sus
mentiras.
Guada pertenece a este mundo de la inmediatez que describimos
antes. No tolera la frustración. Impulsada a actuar su
demanda, no le importa dañarse.
Vive en el mundo virtual, todo es posible, la ley del “ahora
y ya”. Por eso no puede parar antes de llegar al kiosco.
No es dueña de su cuerpo, no puede, no sabe que tiene que
cuidarlo, por que se rompe. Su cuerpo por ahora sigue siendo de
su madre, de los médicos. Su cuerpo está enfermo
y no se cambia por otro, la llena de rabia. ¿Cómo
amar y valorar un cuerpo así?
La castración, la incompletud tienen que ser taponadas
de golosinas, como otros adolescentes lo taponan de drogas y alcohol.
Las mamás de estos pacientes se vuelven extremadamente
cuidadosas y controladoras frente a la enfermedad orgánica,
frente a las adicciones, cuando antes fueron incapaces, e indiferentes
ante las necesidades de apego del niño pequeño.
La mamá de Guada, no pudo elegir un hombre que la acompañara
en la crianza y se asumiera como padre.
El médico pasa a ser ese partener padre, con quien la madre
mantiene relaciones adictivas: - el doctor dijo, hay que hacerle
caso al doctor.
Guada no tiene explicación sobre el abandono del padre,
y quedó a merced de una joven madre abandonada, llena de
rencor, que se aferró a ella. La simbiosis fue la defensa
de ambas hasta que se presentó la diabetes, la operación.
Hoy el intento de diferenciación está basado en
hacer exactamente lo opuesto a las indicaciones de la madre, de
los médicos. Tanto Guada como su madre expulsan de la conciencia
las emociones y representaciones que pueden generarles sufrimiento.
Adolescentes ambas, no fueron contenidas ni pueden contener. No
hubo padres que lo hicieran. Cuando digo continente, digo barrera
de protección contra el desborde pulsional, contra estímulos
avasallantes del adentro y el afuera. Eso lo puede hacer alguien
que tenga cabeza, cabeza de adulto para pensar, para tramitar
y elaborar el dolor de existir, la pérdida del vientre
materno, del pecho. Alguien que no tenga apuro por que su hijo
crezca, que le de tiempo.
El adolescente tiene más cuerpo que cabeza, como dicen
sus maestros. Nosotros tenemos que poner cabeza hasta que ellos
de a poco puedan ir haciéndolo. “Para pensar lo nuevo,
hay que pensar de nuevo” (D.S. de Turjanski). Una madre
que consulta, reconoce el problema somático, o de aprendizaje,
o de drogas, pero no reconoce el dolor psíquico, muchas
veces oculto detrás de esa fachada maníaca que presentan
muchos adolescentes.
Guada dice: -miento siempre, no se por qué. Soy buena
en eso. La gente me cree. Yo domino todo.
Ella cree en la omnipotencia de su pensamiento. Omnipotencia narcisista,
capaz de crear una realidad diferente, con la que intenta controlar
al otro, haciendo activamente lo que sufrió pasivamente,
escapando así de su fragilidad psíquica, de la que
no es conciente. Se observa en ella un empobrecimiento representacional,
fantasías sexuales reprimidas, denegadas, regresionadas
a un idioma oral: No fantasea con novios, añora los chocolates.
Antecedentes como los de esta paciente está en todas las
patologías psicosomáticas, adictivas, psicopáticas.
Fallas tempranas del entorno materno, traumas en los primeros
años de vida. Dice D. Meltzer : ” El sentimiento
de bienestar emocional acompañado por sensaciones corporales
de agradable tibieza, derivado de las buenas experiencias con
el pecho materno podrían ser la mejor defensa contra la
enfermedad orgánica”
La relación cálida con la madre en un entorno de
protección y cuidado en esos primeros tiempos, asegura
un buen desarrollo posterior y crea las condiciones para elaborar
dificultades que se puedan presentar posteriormente.
Para Guada no hubo palabras, contención. Sólo actos,
recetas, dietas, educación estricta, operatividad, estereotipia.
Ahora a partir del comienzo del tratamiento, desde la supervisión,
intentaremos ayudar a la pareja analítica a que pueda constituirse.
No será sin dificultades. El trabajo con la transferencia
deberá ocupar un papel importante. Guada también
intentará engañar a su analista. Éste a su
vez deberá dar pruebas de su lealtad, y soportar los embates
de la desconfianza, gran protagonista de la vida de Guada.
Padres, maestros y terapeutas debemos establecer un pacto para
constituir una red afectiva- simbólica, consistente, en
la que nuestros niños y adolescentes puedan ir desarrollándose
hasta conseguir una auténtica autonomía psíquica.