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"Una mirada crítica a la historia del mundo nos revelará que el
nivel ético de las realizaciones humanas fue siempre muy bajo y
nunca se ha elevado. En cambio, el nivel de las realizaciones técnicas
fue trepando a través del tiempo según una curva ascendente, que
en los últimos años se elevó con mucha mayor rapidez que en ninguna
otra época anterior de que tengamos noticias. En consecuencia, la
disparidad entre nuestra técnica y nuestra ética es mayor que nunca.
Esta circunstancia no es sólo humillante, sino también mortalmente
peligrosa. Situación que debería hacernos humildes y motivarnos
para buscar y alcanzar la dignidad sin la cual nuestra vida no tiene
sentido alguno y sin la cual no podemos ser felices.
Es que la dignidad humana no puede alcanzarse en el campo de la
técnica, en el que los hombres son tan expertos. Sólo puede lograrse
en el terreno de la ética, y los logros éticos se miden por el grado
en que nuestros actos estén gobernados por la compasión y el amor,
no por la codicia y la agresividad."
(Arnold J. Toynbee, 1889-1975)
Una de las maneras en que el cuerpo infantil es abusado por los
adultos es la que se refiere a la medicalización o farmacologización.
Que significa la utilización de fármacos, modificadores bioquímicos
de la conducta, para lograr el ocultamiento de malestares angustiosos
en niños de edad escolar, o incluso antes (en las guarderías); medicándolos
para tranquilizarlos o inmovilizarlos.
Con la finalidad de evitar el reconocimiento de problemáticas familiares,
sufrimientos, singularidades, diferencias, creatividad o disimular
señales de cuadros psicopatológicos graves.
Podríamos decir que la medicalización forma parte de las llamadas
nuevas patologías, es decir aquellas que van asociadas
al deterioro de las condiciones de vida familiar, social, económica,
cultural, y de los valores en general. Por ejemplo, la separación
de los padres y la consecuente falta de vínculos con los mismos,
son una de las situaciones de pérdida más relevantes en los niños,
y es muy grande el porcentaje de padres separados, viudos y de madres
solteras que por un motivo o por otro no conviven con sus hijos.
Pero hay muchas otras motivaciones que habría que tomar en consideración,
como el cambio de ambiente escolar, los conflictos con los compañeros
de clase, el abuso físico, emocional o sexual, etc.
Si considerando además que en nuestra época y en nuestra sociedad
predominan y se valoran la velocidad, la inmediatez, el éxito y
el marketing, podemos comprender que las expectativas que
se colocan sobre los niños son excesivas, y las presiones que deben soportar, enormes. Como muy bien decía
Silvia Bleichmar en una nota publicada en un diario matutino de
nuestra capital (Clarín Opinión del 30/3/00) "que aprendan lo más
rápido posible, la mayor cantidad de cosas, que hablen lo menos
posible, que no irrumpan con ideas descabelladas y que se sometan
a un régimen de vida que implica una jornada laboral de 9 hs. de
trabajo efectivo, más la labor extra a ser realizada en la casa;
parece ser el modelo de vida cotidiana con la cual se desplazan
por la ciudad arrastrando mochilas y carritos repletos de libros,
cuyas afirmaciones dejarán de ser eficaces en gran medida cuando
pasen de la escolaridad primaria a la secundaria, ya que el conjunto
de conocimientos técnico - científicos ha acelerado su carácter
perecedero y se renueva cada 5 años."
Esta cultura de la incredulidad, como la definiera Marilú Pelento
con formidables descubrimientos y avances tecnológicos por un lado,
pero que por el otro nos obliga a enfrentarnos y a participar de
alguna manera con: la corrupción, la impunidad, la violencia cotidiana,
con la consiguiente pérdida de ideales; actúa directa o indirectamente
sobre los niños y trae graves consecuencias psicológicas.
Aparece con gran claridad para el psicoanalista el borramiento cada
vez mayor de las fronteras entre realidad y fantasía, entre hombre
y mujer, y entre el niño y el adulto.
El Principio de Realidad se reniega, obligando al niño a soportar
desproporcionadas tensiones difíciles de soportar. Por Ej. no se
admite que pueda haber dificultades, postergaciones, o fracasos
en el colegio; no se toleran atrasos o demoras; ninguna distracción
es posible. Si un niño es desprolijo o no termina su tarea; o si
habla demasiado con los demás; o si por alguna razón que se desconoce
- y que no se estudia adecuadamente - tiene dificultades para vincularse
con el resto de sus compañeros; o si no presta atención por un período
prolongado de tiempo o si se mueve demasiado; en todas estas situaciones
surge inmediata y mágicamente el medicamento salvador. La Solución;
lista incluso para resolver una falla genética (como dice S. Bleichmar).
Voy a referirme al conocido síndrome denominado Déficit o Trastorno
de Atención o ADD, (por Attention Deficit Disorder). Este diagnóstico
puesto de moda en los últimos años es un conjunto de síntomas que
ha cambiado de nombre a través de los años. Antes se lo conocía
también como "Disfunción Cerebral Mínima", "Hiperquinesis" o como
el "Síndrome del Niño Hiperactivo".
Descriptivamente incluía las siguientes anormalías en el comportamiento
(pero no estaban limitada a ellas): la hiperactividad, la desatención,
distracción, reacciones súbitas de coraje, hostilidad, "inmadurez",
relaciones conflictivas con compañeros, desafíos, desobediencia,
problemas severos de conducta o delincuencia, junto a la "dislexia"
y a otros "problemas del aprendizaje", etc. Con este diagnóstico,
habitualmente superficial y poco riguroso, culminaba la consulta
médica con un tratamiento que consistía en la medicación del niño
(incluso a menores de 7 años) con un psicoestimulante. Dejando de
lado que las dificultades para concentrarse podían ser motivadas
por diferentes e importantes problemas de todo tipo: desde cuadros
de angustia pasajeros producidos por situaciones actuales, duelos,
crisis puberales, hasta traumas severos, pudiendo llegar a cuadros
de desorganización psíquica de graves consecuencias para el futuro
del niño. Es en este sentido que la medicación, lo único que logra
es ocultar el síntoma, y tranquilizar a padres, educadores y médicos.
Pero simultáneamente permite frente al cuadro manifiesto, que la
patología continuara en forma latente su desarrollo, desencadenando
en la adolescencia un cuadro psicopatológico mucho más grave.
Dice Silvia Bleichmar que: "Es importante reconocer que la medicación
es siempre sintomática y no curativa, por ello el ADD es un cuadro
descripto, pero no explicado cuya causalidad permanece no resuelta.
No existen pruebas de laboratorio que certifiquen el carácter biológico
de la multiplicidad de síntomas y diversas evoluciones que incluye
este cuadro. Lo que lleva a pensar que más que una patología, es
la expresión de un malestar generalizado que puede estar determinado
desde distintas vertientes y cuyo desenlace va desde la lisa y llana
desaparición espontánea, hasta la evolución franca hacia patologías
graves cuyos síntomas son predecibles, incluso tratables, desde
la primera infancia, si se toman los recaudos adecuados despojándose
del facilismo que posibilita una etiquetación tan reasegurante como
ineficaz."
Por otra parte si somos conscientes que la violencia familiar, de
la que el 25% de las mujeres argentinas es víctima, y que una de
cada cinco parejas conviven con situaciones de violencia (Según
estadísticas del BID, La Nación 23/5/00) y a ello agregamos que
el abuso contra los menores es consumado habitualmente en el propio
ámbito hogareño; ya no puede sorprendernos la utilidad que tienen
ciertas medicaciones para soslayar, disimular u ocultar en los niños
- ya sean éstos víctimas, victimarios o testigos de la violencia
- dicho malestar y sufrimiento. Habrá que concluir entonces que
muchas veces los padres, los maestros y los médicos se alían implícitamente,
para ocultar las verdaderas motivaciones que llevan a la utilización
de estas drogas.
Al respecto se nos plantean interrogantes muy serios, como por ej.:
¿cuáles serán los efectos que este tipo de medicamentos está teniendo
en los niños?, ¿cuál será consecuencia sobre su sistema nervioso
en plena etapa de crecimiento, y con incipiente maduración emocional?
Y si fuera imprescindible utilizarlas, ¿por qué no se puede combinar
mejor el uso de estas drogas con las terapias psicológicas, ya sean
éstas individuales, vinculares, familiares, de orientación de padres,
asesoramiento a los colegios, etc. pero que signifique de cualquier
manera un reconocimiento mucho más amplio y adecuado de la problemática,
y no simplemente intentar ocultar la sintomatología manifiesta con
estas drogas? El abordaje interdisciplinario en estos casos se impone.
Los pediatras recetan muy frecuentemente y hasta con cierta ligereza
un psicoestimulante denominado comercialmente Ritalina (Laboratorio
Novartis), para tratar los problemas de falta de atención o de hiperactividad
en chicos de edad escolar.
Según una estadística de la American Medical Association, entre
1991 y 1995 el número de niños de entre 2 y 4 años que tomó Ritalina
se duplicó y la tendencia es creciente. En tanto que otro estudio
del Instituto Nacional de Salud Mental indica que también el uso
de un antidepresivo famoso como el Prozac comenzó a producirse en
forma líquida para que así lo puedan tomar más fácilmente los chicos
menores de 6 años con problemas de conducta aumentó su venta un
580%. (Diario Clarín 21/3/00).
Hay una gran variedad de teorías que intentan explicar desde el
punto de vista medico las causas del síndrome de ADD. Biaggi, en
su trabajo de Puesta al día "El Trastorno por Déficit de la Atención
con o sin Hiperactividad". Refiere entre las más reconocidas las
siguientes causas:
1) la teoría del desorden fisiológico
a nivel de las catecolaminas; por haberse comprobado que medicaciones
estimulantes, cuyo modo de acción está ligado al sistema dopaminérgico
y noradrenérgico, son efectivas en el tratamiento de pacientes que
sufren de ADD (es decir, que podrían inducir la descarga de dopamina
a nivel celular y de inhibir su recuperación, aumentando los niveles
en la sinapsis intercelular).
2) la teoría genética.
3) otras teorías como la de los efectos
que pueden causar en el comportamiento, los traumas.
4) los niveles altos de plomo y
5) ciertos alimentos.
Los estimulantes o anfetaminas es la forma de tratamiento más común
en el trastorno de ADD. Su uso en los Estados Unidos es amplio,
y de todas las anfetaminas, el metilfenidato o Ritalina es recetado
en un 90% de los casos. Dentro de esta categoría también se encuentran
la dextroanfetamina (Dexedrina), pemolina (Cylert), y recientemente
el Adderal (una combinación de anfetaminas con dextroanfetaminas).
Otro grupo de fármacos igualmente efectivos en el tratamiento de
esta condición son los antidepresivos de tipo tricíclicos (imipramina,
desipramina, norpramina) y el bupropion (Wellbutrin), un antidepresivo
cuyo mecanismo de acción es principalmente noradrenérgico.
Pero hay que destacar que también los pediatras han comprobado que
los psicoestimulantes no son la mejor medicina para algunos niños,
ya que se estima que cerca de un 25% de todos los niños no responden
bien al metilfenidato.
De cualquier manera el consumo de este medicamento ha aumentado
un 700% desde 1991.
Entre los efectos secundarios más frecuentes de la Ritalina, podemos enumerar: ansiedad, desinterés, pérdida de apetito, dolor de estómago
e insomnio. Además de otros efectos menos habituales como palpitaciones,
mareos, dolor de cabeza, alteraciones de la presión arterial, alteraciones
en el comportamiento, tics, alucinaciones, y graves daños neurológicos.
En un pequeño país como Costa Rica, se alerta a través de un artículo
periodístico con el sugestivo título Ritalina, ¿droga mágica?, (María
Isabel Solís, redactora del diario La Nación de Costa Rica) entre
otras apreciaciones muy válidas dice que "tampoco se puede ver a
la Ritalina como una "droga mágica" y este producto debe complementarse
con otras acciones terapéuticas que involucren a la escuela y a
la familia". "Siendo una de las mayores preocupaciones que produce
la utilización de estas drogas, que los escolares se acostumbren
a solucionar sus dificultades con pastillas, lo que podría favorecer
conductas adictivas."
Si me permiten, quisiera agregar dos temas, terriblemente importantes
en la actualidad y que se relacionan con el cuerpo infantil abusado:
1) El trabajo infantil Urbano: Suplemento Enfoque de La Nación del
18/6/00.
Según la Organización Internacional del Trabajo en la Argentina
trabajan 214.000 chicos entre 10 y 14 años. A veces limpian los
parabrisas en las esquinas, arriba de los colectivos o subterráneos,
en los bares vendiendo estampitas, o juntando desechos de la basura,
botellas o cartones. En las regiones suburbanas las condiciones
de explotación son extremas, como por ejemplo en los sectores de
la minería, las ladrilleras, la agricultura, por mencionar algunas.
En Latinoamérica trabaja aproximadamente 20 millones de niños muchas
veces en condiciones infrahumanas. Niños de menos de 12 años son
sometidos a trabajos forzados, o en régimen de servidumbre, o en
labores peligrosas. La mitad de los menores trabajadores no reciben
retribución alguna, y el 50% restante percibe retribuciones inferiores
a los salarios mínimos legales.
El trabajo infantil obviamente interfiere en el proceso educativo
de los niños hipotecando su futuro. Durante la educación primaria
el retraso escolar es de dos o tres grados y la deserción durante
el ciclo secundario es masiva.
La edad mínima para la admisión a un empleo, es la edad en la que
cesa la obligación escolar. En la Provincia de Buenos Aires es 14
años, pero los países de la OIT se comprometieron a asegurar la
abolición del trabajo y proteger a los niños y adolescentes menores
de 18 años de los trabajos que por su naturaleza o condición pueden
resultar peligrosos para la salud, la seguridad y la moralidad.
La pobreza es el principal factor que lleva a que los niños trabajen
desde edades muy tempranas, pues deben contribuir a la sobrevivencia
familiar. En las sociedades más ricas el problema más grave es la
explotación sexual y a pornografía infantil, dos de las peores formas
de esclavitud humana.
2) Los niños combatientes: La Nación 18/6/00.
Más de 300.000 niños combatientes son reclutados por la fuerza o
por circunstancias que no llegan a entender, y forman parte de grupos
guerrilleros y ejércitos nacionales en Colombia, Sierra Leona, Afganistán,
Sri Lanka, Ruanda y Myanmar (Ex - Birmania).
Deambulan en forma de rebaños frente a la muerte. En Colombia solamente,
ya hay 6.000 niños que forman parte de la FARC, de los grupos paramilitares
y del propio ejército nacional. Son las "abejitas, campanitas y
carritos" que dan el aviso de alarma o se adelantan a las acciones.
Incluso los narcotraficantes no se privan de ellos, empleándolos
para el traslado de la droga o el control de sus operaciones.
Los preparan a fuerza de malos tratos, con golpes y castigos despiadados,
obligándolos a la absorción de pegamento, cocaína o heroína.
Hay una denuncia internacional formulada tanto por UNICEF como por
la "Coalición para Detener a los Niños Soldados" de menos de 18
años. En África hay 120.000 y 80.000 en Asia. Pero la iniciativa
para prohibir el reclutamiento de menores es trabada por algunos
países, incluso EEUU y el Reino Unido, que han comenzado a entrenar
a jóvenes para su ingreso en el ejército a partir de los 15 años;
pero son 10 los países que todavía deben ratificar el protocolo,
para que pueda entrar en vigor la prohibición.
El Frente Moro de Liberación Islámica que lucha por un estado independiente
en Mindanao tiene una edad mínima de 18 años, pero a partir de los
14 años inician un duro entrenamiento militar y aprenden a manejar
armas a partir de los 7 u 8 años.
La peor miseria es perder el valor de la vida. Víctor Massuh, lo
expresa de esta manera: "La violencia acompaña al hombre desde los
albores de la civilización, pero solo desde hace dos siglos se tiende
a reflexionar sobre ella. Y se procura analizar sus causas profundas,
sus raíces últimas, como un primer paso para desterrarla de la vida
social y avanzar; así, hacia una civilización regida por el amor;
la solidaridad y el respeto a la dignidad del prójimo." ¡Cuánta
razón tenía Arnaldo Rascovsky cuando insistía en la necesidad de
detectar y reconocer la actitud filicida de los padres - adultos!
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